CECI EST UNE REPRODUCTION
Pronto envejecieron aquellas serenas poses conmemorativas,
ya firmadas por Tufic Yazbek, SeMo y tantos más, al servicio de nuestras jóvenes
abuelas. Elegancias que no abrían cuña entre el ser y la apariencia. Al
mediodía del siglo XX visitar el estudio fotográfico era una experiencia
disponible. Pequeña industria situada entre el buen gusto, el decoro y las
convenciones visuales.
Pero estas confortables imágenes hacían oídos sordos al
estruendo provoca do por la gran ruptura en el arte del retrato: la supresión
de los elementos reconocibles. Pintores, fotógrafos y escultores amotinados en
contra de la verosimilitud. Al final del día el retrato había roto el compromiso
entre la imagen y el modelo, la ecuación básica del realismo.
Terminaron por imponer a la mirada sobre el espejo. La
desintegración retratística caracterizó al arte fotográfico del siglo pasado.
Saboteó a la fisonomía, deconstruyó lo que llamamos rostro y autonomizó al género
frente a sus modelos. Transparentando la disolución identitaria, la relativa
verdad de las imágenes, el gozo de lo instantáneo y la fragilidad del sujeto.
“No hay nadie” Graciela Iturbide
Foto: Graciela Iturbide |
La ilusión se había desmoronado. Lo advirtieron Galienne
y Pierre Francastel en su libro clásico El retrato (1988). Allí la pareja de
historiadores hablaban de un género en extinción ante los embates de lo
contemporáneo. Moribundo ante las avanzadas vanguardistas y las estrategias
posmo que lo convirtieron en actividad episódica. Fue por entonces, en el marco
festivo por los ciento cincuenta años de la fotografía, que Adolfo Castañón
estudió una colección de retratos fotográficos puesta a modo por Pablo Ortíz
Monasterio. Constató la “historia de la desaparición del rostro”, para concluir
que los retratos mexicanos habían sido vestigio del viento y máscara mortuoria.
Hoy la fotografía privilegia lo furtivo y lo intangible. La
abolición del espacio-tiempo en el frenético caos de la vitalidad humana. El
retrato ha dejado atrás su condición de manifiesto creíble. Su lugar está más cerca
de “la bitácora de viaje en las fronteras verticales” al decir de Francisco
Mata o el “visualizarlo como si estuviera haciendo un diario” explicaba Yolanda
Andrade. Del fotógrafo hacedor de relicarios al fotógrafo transeúnte de lo
visible. Garabato al reverso del papel, la imagen ya no acoge lo real y se nos
presenta como una indagación en los campos de la experimentación plástica.
El modelo narrativo testimonial parece agotado. Al retrato
contemporáneo le interesa ofrecer alternativas visuales. Más en la revelación
que en la proclama.
Puesta en crisis tal representación, ha quedado claro que
los retratos son y no al mismo tiempo. Mostrando las huellas, imperfecciones y
cicatrices. Destruido lo reconocible, el sujeto a cuadro se parece más al artista
que al posante. No está desencaminada Rosa Martínez -Artero cuando interpreta
el retrato actual como un enorme autorretrato.
“A
photographic portrait is a picture of someone who knows he is being
photographed” decía Richard Avedon. No me asombra esa claridad del
célebre. Se trata de un campo expresivo capaz de reunir nociones personales.
Básicamente la tensión dinámica entre sujeto y artista. Si, como parece, el retrato
contemporáneo carece de un principio y de un final, fijando las formas en un tiempo
suspendido, su narrativa cohesiona en la intensidad.
“Ver a una persona de una manera en que no me hubiera imaginado que existe” Nadia Baram
Si como profetizaban los Francastel , la retratística actual
es episódica, los nuestros enseñaron los dientes. Cada rostro, cada postura,
cada gesto revela la frustración y confusión de los tiempos cambiantes. Segura
en la discrepancia entre sus referentes históricos y la apariencia moderna de
los sujetos .
Foto: Nadia Baram |
El tiempo lento. Des cubrir el pequeño México que persiste,
parece decir Cris tina Kahlo. La mejor tradición del retrato como biografía y
memoria expresadas en la facialidad - esa visagéité tan buscada por Deleuze y
Guattari- , cuidadosamente puesta a cuadro. La pose concentrada y la mirada directa.
Toda luz es interior. Pronto el retrato será otra cosa. Estamos en el umbral de
la identificación tecnológica (que reunirá datos biométricos como la voz, el
iris ocular y el scanner en 360° dentro un algoritmo) . Es posible, por tanto,
que las interfaces electrónicas derroten finalmente el acostumbrado retrato
frontal oficial, descartando su funcionalidad. Esta previsible decadencia
ilumina el diagrama de sus facetas: el retrato de corte simbólico, comisionado,
arquetípico, convencional, experimental, social, teatralizado y tal.
Rosalind Krauss
mucho le sorprendían las cosas a las que llamaban escultura: corredores con televisores,
líneas sobre el desierto, espejos esparcidos por el piso... Otro de los campos extendidos
, hoy llamamos retrato a muchas otras. No está en mi ánimo ordenar o catalogar.
Ya en sus Ensayos sobre fotografía (1978) Raúl Beceyro alertaba que la noción
de género lo asfixiaba, ya que diseca a las obras, encerrándolas en compartimientos
y modelos rígidos.
“Ojos que no ven reunió a treinta fotógrafos para retratarlos con los ojos cerrados” Francisco Mata
No obstante, distingo alguno que muerde mi curiosidad.
Circularmente, los fotógrafos se miran en otros fotógrafos. Esa imagen compleja
es percepción compartida. Si la semejanza ya es insignificante, bien podríamos
leerla como creadora de comunidades, seña de vínculos. La paradoja del
fotógrafo enmarcado por la foto misma y los comentarios intimistas en la
observación mutua. Una apropiación privada, reunida en el acto de ver en un ámbito
socializado. Nada más habría que entender la secuencia en que Renoir retrató a
Monet, Van Gogh pintando a Gaugin, Derain a Vlamink, Gaugin a Van Gogh y Matisse
a Derain...
Más después del par de décadas que nos separan de la
versión 1.0 del photoshop, el retrato mimético resulta una utopía. Ni siquiera
nuestro propio reflejo en el espejo se parece lo suficiente a nosotros mismos,
meditaba Rosa Olivares. Pero esta transición tecnológica también cambió el
rostro de la fotografía.
Anticuado nos quedó el lugar común de que México es
tierra de fotógrafos. Son ahora phone-photographers instalados en la conectividad
planetaria del facebook, fotolog, flickr, twitpic y zone zero como foros globales
de intercambio.
You
press the enter. We do the rest. Sencillo. Inmediato. Aun así sospecho
que exagerar el entusiasmo por lo nuevo tiene sus bemoles. El gesto de captar y
subir fotos a la red con las imágenes de “cámara” del iPhone 4s, por ejemplo,
alimenta la indiferenciación en términos de calidad de obra.
“Tomo un retrato y además le pongo una grabación” Pedro Meyer
En convergencia, fotografía digital y análoga se apropian
plásticamente de lo visible. Pero todo se vuelve materia asegura la admirable
Flor Minor. Los retratos al heliograbado reflexionan acerca de la calidad matérica
de la fotografía. Táctil. Después de tanto s y tantos yerros editoriales por
los que atravesó -y aún atraviesa- la fotografía mexicana, el Heliogravure a
grain viene a dignificar el diálogo entre las artes gráficas y la fotografía
creativa.
Raro ya el fotógrafo que imprime sus negativos hasta lograr
la copia fina. Rarísimo quien habla de imagen
latente o de sustancia fotográfica. Estos retratos aquí reunidos
vienen de otro tiempo. Permiten entre ver la reflexión contemporánea sobre lo
efímero y lo permanente. Cuidadosamente impresos en el atelier El
Izote en Xalapa, el más importante cent ro de educación y
producción de la técnica heliográfica en el país. La obra artística mutando
entre medios, y por vez primera presentada como helios, enfatizando en ellos la
materialidad de la forma, dilatando la expresividad.
“Es difícil vender el retrato anónimo, de quien no es celebridad” Julio Galindo
Foto: Julio Galindo |
El heliograbado representa un alto nivel de colaboración
entre fotógrafo y su impresor. No tendría para qué ser estampa fiel. Abre el
margen la delicadeza de operaciones al impacto visual: del tissue de carbón a
la laca, la calidad tonal o la suavidad de sombras pueden ser controladas y matizadas.
No viene al caso explicar aquí las sutilezas del bicromato, el negro de humo o
las virtudes del cobre.
Bien explica
Jon Goodman, The question is not about difficulty, but about beauty. Bástenos,
en ánimo de brevedad, remarcar que la elección del papel, la manipulación en
las tintas o la estampación mecánica del intaglio abren infinitas posibilidades
de interpretación para el desarrollo de imagen.
El heliograbado ahora reclama
el linaje de las bellas impresiones artísticas y editoriales arrolladas por la baratura
mecanizada del offset. No se trata, entonces, de un ejercicio tecno-retro, ni siquiera
del Wehmut, la nostalgia melancólica que tanto cautivaba a Benjamin.
“Soy quien sale en las fotos” Elizabeth Romero
“El espíritu de la obra de arte radica en la materia” argumentaba
Élie Faure en su alegato formalista llamado L’Esprit des formes (1927). No es
un hecho menor que esta riqueza tonal haya sido advertida por una constelación
de notables como Demachy, Négre, Curtis, Walery, Käsebier, von Gloeden, Puyo,
Steiglitz, Annan, Bremard,
Erfurth, Kühn o Strand, quienes vieron
en el heliograbado una exquisita salida a sus producciones fotográficas. Por su
calidad de interpretación, el heliograbado se convierte en original múltiple.
No sorprende, por tanto, que la exhibición inaugural de
la Julien Levy Gallery en noviembre de 1931 no mostrara las fotografías que les
dieron origen, sino precisamente los legendarios heliograbados aparecidos en
Camera Work, ahora enmarcados. Levy, quien era un sagaz galerista, apostaba
fuerte por los otros originales fotográficos. El mercado le dio la razón. Drops
of rain, un estudio de Clarence H. White aparecido como heliograbado por ese
Photographic quartely en julio de 1908 - y el cual perteneció a la colección
Friedman- fue subastada a través de Christie’s New York en septiembre de 2007 por 3250 dólares.
Y es que el coleccionismo es una pasión. Si el helio
logra la más alta calidad de la fotografía en tinta, miro estos retratos
entonados convertidos en objetos de placer. Pero esta cuidadosa calidad lograda
con intensos trabajos y antiguas sabidurías técnicas abre meditaciones acerca
de la pobreza visual que nos rodea. De la débil calidad dentro de la inmensa
cantidad lo que se nos ofrece a los ojos. Náufragos somos del mar de imágenes.
Entre tantas inertes imágenes sociológicas y los incontables retratos vacíos a
la moda, celebremos la reunión de estos potentes puntos de vista, de estas
inspiradas voces autorales a través de una interpretación tan fértil.
Logrando que la naturaleza asimétrica de la fotografía
como documentación y como visión enriquezcan simultáneamente.
Foto: Byron Brauchlli |
“El retrato sigue la condición humana” Byron Brauchli
El retrato no es un parecido, sino el relato de una
presencia. Una exploración de los mares bajo la piel. La intuición de que lo
mirado no lo es todo. Ya le explicaba Magritte al fotógrafo que le hacía un retrato:
Busque bien. Nunca me encontrará.
Julián Arquero.