viernes, septiembre 21, 2012

Texto de Julián Arquero sobre Retratos Heliográficos

CECI EST UNE REPRODUCTION

Pronto envejecieron aquellas serenas poses conmemorativas, ya firmadas por Tufic Yazbek, SeMo y tantos más, al servicio de nuestras jóvenes abuelas. Elegancias que no abrían cuña entre el ser y la apariencia. Al mediodía del siglo XX visitar el estudio fotográfico era una experiencia disponible. Pequeña industria situada entre el buen gusto, el decoro y las convenciones visuales.

Pero estas confortables imágenes hacían oídos sordos al estruendo provoca do por la gran ruptura en el arte del retrato: la supresión de los elementos reconocibles. Pintores, fotógrafos y escultores amotinados en contra de la verosimilitud. Al final del día el retrato había roto el compromiso entre la imagen y el modelo, la ecuación básica del realismo.

Terminaron por imponer a la mirada sobre el espejo. La desintegración retratística caracterizó al arte fotográfico del siglo pasado. Saboteó a la fisonomía, deconstruyó lo que llamamos rostro y autonomizó al género frente a sus modelos. Transparentando la disolución identitaria, la relativa verdad de las imágenes, el gozo de lo instantáneo y la fragilidad del sujeto.

“No hay nadie” Graciela Iturbide
Foto: Graciela Iturbide

La ilusión se había desmoronado. Lo advirtieron Galienne y Pierre Francastel en su libro clásico El retrato (1988). Allí la pareja de historiadores hablaban de un género en extinción ante los embates de lo contemporáneo. Moribundo ante las avanzadas vanguardistas y las estrategias posmo que lo convirtieron en actividad episódica. Fue por entonces, en el marco festivo por los ciento cincuenta años de la fotografía, que Adolfo Castañón estudió una colección de retratos fotográficos puesta a modo por Pablo Ortíz Monasterio. Constató la “historia de la desaparición del rostro”, para concluir que los retratos mexicanos habían sido vestigio del viento y máscara mortuoria.

Hoy la fotografía privilegia lo furtivo y lo intangible. La abolición del espacio-tiempo en el frenético caos de la vitalidad humana. El retrato ha dejado atrás su condición de manifiesto creíble. Su lugar está más cerca de “la bitácora de viaje en las fronteras verticales” al decir de Francisco Mata o el “visualizarlo como si estuviera haciendo un diario” explicaba Yolanda Andrade. Del fotógrafo hacedor de relicarios al fotógrafo transeúnte de lo visible. Garabato al reverso del papel, la imagen ya no acoge lo real y se nos presenta como una indagación en los campos de la experimentación plástica.

El modelo narrativo testimonial parece agotado. Al retrato contemporáneo le interesa ofrecer alternativas visuales. Más en la revelación que en la proclama.

Puesta en crisis tal representación, ha quedado claro que los retratos son y no al mismo tiempo. Mostrando las huellas, imperfecciones y cicatrices. Destruido lo reconocible, el sujeto a cuadro se parece más al artista que al posante. No está desencaminada Rosa Martínez -Artero cuando interpreta el retrato actual como un enorme autorretrato.

“A photographic portrait is a picture of someone who knows he is being photographed” decía Richard Avedon. No me asombra esa claridad del célebre. Se trata de un campo expresivo capaz de reunir nociones personales. Básicamente la tensión dinámica entre sujeto y artista. Si, como parece, el retrato contemporáneo carece de un principio y de un final, fijando las formas en un tiempo suspendido, su narrativa cohesiona en la intensidad.



“Ver a una persona de una manera en que no me hubiera imaginado que existe” Nadia Baram


Si como profetizaban los Francastel , la retratística actual es episódica, los nuestros enseñaron los dientes. Cada rostro, cada postura, cada gesto revela la frustración y confusión de los tiempos cambiantes. Segura en la discrepancia entre sus referentes históricos y la apariencia moderna de los sujetos .
Foto: Nadia Baram
Refrendando la desilusión y el anonimato entre los jóvenes, metidas las manos en los bolsillos vacíos, como nos hace ver Elsa Medina. Ya desde los tiempos de August Sander la profundidad psicológica fue sustituida por la resignación, la violencia o la ansiedad... No obstante tanto desencanto, aún subsiste por nuestra fotografía una tentación icónica. Como demuestra este portafolio, permanecen el gusto sostenido por las formas clásicas y las preguntas acerca de la representación cultural.

El tiempo lento. Des cubrir el pequeño México que persiste, parece decir Cris tina Kahlo. La mejor tradición del retrato como biografía y memoria expresadas en la facialidad - esa visagéité tan buscada por Deleuze y Guattari- , cuidadosamente puesta a cuadro. La pose concentrada y la mirada directa. Toda luz es interior. Pronto el retrato será otra cosa. Estamos en el umbral de la identificación tecnológica (que reunirá datos biométricos como la voz, el iris ocular y el scanner en 360° dentro un algoritmo) . Es posible, por tanto, que las interfaces electrónicas derroten finalmente el acostumbrado retrato frontal oficial, descartando su funcionalidad. Esta previsible decadencia ilumina el diagrama de sus facetas: el retrato de corte simbólico, comisionado, arquetípico, convencional, experimental, social, teatralizado y tal.

 Rosalind Krauss mucho le sorprendían las cosas a las que llamaban escultura: corredores con televisores, líneas sobre el desierto, espejos esparcidos por el piso... Otro de los campos extendidos , hoy llamamos retrato a muchas otras. No está en mi ánimo ordenar o catalogar. Ya en sus Ensayos sobre fotografía (1978) Raúl Beceyro alertaba que la noción de género lo asfixiaba, ya que diseca a las obras, encerrándolas en compartimientos y modelos rígidos.


“Ojos que no ven reunió a treinta fotógrafos para retratarlos con los ojos cerrados” Francisco Mata


No obstante, distingo alguno que muerde mi curiosidad. Circularmente, los fotógrafos se miran en otros fotógrafos. Esa imagen compleja es percepción compartida. Si la semejanza ya es insignificante, bien podríamos leerla como creadora de comunidades, seña de vínculos. La paradoja del fotógrafo enmarcado por la foto misma y los comentarios intimistas en la observación mutua. Una apropiación privada, reunida en el acto de ver en un ámbito socializado. Nada más habría que entender la secuencia en que Renoir retrató a Monet, Van Gogh pintando a Gaugin, Derain a Vlamink, Gaugin a Van Gogh y Matisse a Derain...

Más después del par de décadas que nos separan de la versión 1.0 del photoshop, el retrato mimético resulta una utopía. Ni siquiera nuestro propio reflejo en el espejo se parece lo suficiente a nosotros mismos, meditaba Rosa Olivares. Pero esta transición tecnológica también cambió el rostro de la fotografía.

Anticuado nos quedó el lugar común de que México es tierra de fotógrafos. Son ahora phone-photographers instalados en la conectividad planetaria del facebook, fotolog, flickr, twitpic y zone zero como foros globales de intercambio.

You press the enter. We do the rest. Sencillo. Inmediato. Aun así sospecho que exagerar el entusiasmo por lo nuevo tiene sus bemoles. El gesto de captar y subir fotos a la red con las imágenes de “cámara” del iPhone 4s, por ejemplo, alimenta la indiferenciación en términos de calidad de obra.


“Tomo un retrato y además le pongo una grabación” Pedro Meyer


En convergencia, fotografía digital y análoga se apropian plásticamente de lo visible. Pero todo se vuelve materia asegura la admirable Flor Minor. Los retratos al heliograbado reflexionan acerca de la calidad matérica de la fotografía. Táctil. Después de tanto s y tantos yerros editoriales por los que atravesó -y aún atraviesa- la fotografía mexicana, el Heliogravure a grain viene a dignificar el diálogo entre las artes gráficas y la fotografía creativa.

Raro ya el fotógrafo que imprime sus negativos hasta lograr la copia fina. Rarísimo quien habla de imagen
latente o de sustancia fotográfica. Estos retratos aquí reunidos vienen de otro tiempo. Permiten entre ver la reflexión contemporánea sobre lo efímero y lo permanente. Cuidadosamente impresos en el atelier El
Izote en Xalapa, el más importante cent ro de educación y producción de la técnica heliográfica en el país. La obra artística mutando entre medios, y por vez primera presentada como helios, enfatizando en ellos la materialidad de la forma, dilatando la expresividad.


“Es difícil vender el retrato anónimo, de quien no es celebridad” Julio Galindo
Foto: Julio Galindo

 El heliograbado representa un alto nivel de colaboración entre fotógrafo y su impresor. No tendría para qué ser estampa fiel. Abre el margen la delicadeza de operaciones al impacto visual: del tissue de carbón a la laca, la calidad tonal o la suavidad de sombras pueden ser controladas y matizadas. No viene al caso explicar aquí las sutilezas del bicromato, el negro de humo o las virtudes del cobre.

Bien explica Jon Goodman, The question is not about difficulty, but about beauty. Bástenos, en ánimo de brevedad, remarcar que la elección del papel, la manipulación en las tintas o la estampación mecánica del intaglio abren infinitas posibilidades de interpretación para el desarrollo de imagen. 

El heliograbado ahora reclama el linaje de las bellas impresiones artísticas y editoriales arrolladas por la baratura mecanizada del offset. No se trata, entonces, de un ejercicio tecno-retro, ni siquiera del Wehmut, la nostalgia melancólica que tanto cautivaba a Benjamin.


“Soy quien sale en las fotos” Elizabeth Romero


“El espíritu de la obra de arte radica en la materia” argumentaba Élie Faure en su alegato formalista llamado L’Esprit des formes (1927). No es un hecho menor que esta riqueza tonal haya sido advertida por una constelación de notables como Demachy, Négre, Curtis, Walery, Käsebier, von Gloeden, Puyo, Steiglitz, Annan, Bremard, Erfurth, Kühn o Strand, quienes vieron en el heliograbado una exquisita salida a sus producciones fotográficas. Por su calidad de interpretación, el heliograbado se convierte en original múltiple.

No sorprende, por tanto, que la exhibición inaugural de la Julien Levy Gallery en noviembre de 1931 no mostrara las fotografías que les dieron origen, sino precisamente los legendarios heliograbados aparecidos en Camera Work, ahora enmarcados. Levy, quien era un sagaz galerista, apostaba fuerte por los otros originales fotográficos. El mercado le dio la razón. Drops of rain, un estudio de Clarence H. White aparecido como heliograbado por ese Photographic quartely en julio de 1908 - y el cual perteneció a la colección Friedman- fue subastada a través de Christie’s New York en septiembre de 2007 por 3250 dólares.

Y es que el coleccionismo es una pasión. Si el helio logra la más alta calidad de la fotografía en tinta, miro estos retratos entonados convertidos en objetos de placer. Pero esta cuidadosa calidad lograda con intensos trabajos y antiguas sabidurías técnicas abre meditaciones acerca de la pobreza visual que nos rodea. De la débil calidad dentro de la inmensa cantidad lo que se nos ofrece a los ojos. Náufragos somos del mar de imágenes. Entre tantas inertes imágenes sociológicas y los incontables retratos vacíos a la moda, celebremos la reunión de estos potentes puntos de vista, de estas inspiradas voces autorales a través de una interpretación tan fértil.

Logrando que la naturaleza asimétrica de la fotografía como documentación y como visión enriquezcan simultáneamente.

Foto: Byron Brauchlli

“El retrato sigue la condición humana” Byron Brauchli


El retrato no es un parecido, sino el relato de una presencia. Una exploración de los mares bajo la piel. La intuición de que lo mirado no lo es todo. Ya le explicaba Magritte al fotógrafo que le hacía un retrato: Busque bien. Nunca me encontrará.

Julián Arquero.