He tenido la
oportunidad de vivir todo el proceso de la fotografía de Omar Torres, ya que lo
conozco desde hace aproximadamente 24 años, desde su entrada como reportero
gráfico, siendo colaborador del periódico “El Día”, cuando apenas tenía 14 años
y puedo decir con toda certeza que la búsqueda que tenía en aquel momento,
empezó a cobrar sentido y a aterrizar correctamente, hace un par de series.
Digo esto por que probablemente sea una de las personas que mejor conoce a Omar y con quien he tenido el placer de trabajar, pues me ha ayudado también a desarrollar algunas series de mi trabajo.
Digo esto por que probablemente sea una de las personas que mejor conoce a Omar y con quien he tenido el placer de trabajar, pues me ha ayudado también a desarrollar algunas series de mi trabajo.
En aquel momento
trabajábamos con cámaras análogas y mandamos a hacer unos tripies con un
herrero, la verdad, es que no disponíamos del equipo profesional. Pero no nos
detenía, montamos un pequeño cuarto oscuro y hacíamos nuestras propias copias,
y desde entonces Omar siempre tuvo el interés de controlar todos los aspectos
de la imagen.
Hoy en día podemos
ver fotos con ambientes total y absolutamente controlados, pareciera que Omar
no quiere bajo ninguna circunstancia dejar nada al azar, lo he visto repetir
fotos varias veces por cosas que podría arreglar en photoshop, pero por otro
lado celebro que tenga esa disciplina. Sus fotos tienen una narrativa, pero no
es una narrativa convencional, Omar crea signos propios tomados de muchos lados
y los convierte en iconos, estos tienen un dejo misterioso siempre, pues aunque
pareciera por todo el rigor alrededor de la foto que nos quiere decir algo en
específico, estos iconos / signos / símbolos que crea generan tanta ambigüedad,
que necesitamos llenarlos nosotros. Estas imágenes no surgen de actos
convencionales, es una construcción minuciosa de entender el objeto y resignificarlo
en una situación de “amplitud”, en términos semióticos estas imágenes quieren
llegar a la “primeridad”.
Podemos ver en su
construcción casi fondo y figura, aunque entre más antiguas son sus piezas
existen ambientes en el que las sitúa para dar contexto, pero conforme sus
series han avanzado, Omar cada vez más omite cualquier clase de narrativa en el
fondo, dejando toda la lectura en el objeto/construcción fotográfica, y aunque
es claro una influencia de Gregory Crewson en su trabajo, esta es solo en el
entendimiento de la contracción de misterio de la pieza misma. Las últimas
piezas son monocromáticas, pareciera que Omar al disponer cada vez de más de
elementos conceptuales y gráficos, decidiera ir diluyendo otros aspectos: fondo
liso, monócromo y cierta abstracción en el objeto mismo, generan estructuras
más ricas en términos del discurso fotográfico y llevándonos de alguna forma a
confrontarnos con algo que es en principio el motor del arte y por lo que
siempre hemos trabajado: “la estructura fundamental de la belleza”.
Héctor Falcón
Curador
Ciudad de México,
noviembre de 2012